Según la tradición, la Virgen María se apareció a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos, un 22 de diciembre de 1216, en su capilla. La Virgen sostenía en su mano un rosario y le enseñó al Santo a recitarlo. En su mensaje le dijo que lo llevara por todo el mundo para predicar, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.
800 años más tarde, en conmemoración de esto, una orden de Dominicas en Estados Unidos envió como regalo un rosario hecho a mano por ellas al convento de las Dominicas en Trujillo (convento San Miguel). Ellas, a su vez, en agradecimiento a la Virgen de la Victoria por su paso por el convento en 2016, durante la procesión de las antorchas, se lo obsequiaron a la Virgen para que no las olvidara.
La misión de los Dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades en su fundación, pero la Virgen vino a su auxilio según la tradición, revelando el Santo Rosario a Santo Domingo como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.